La semana pasada después de haber compartido uno de los testimonios sobre La Muralla, alguien me escribió lo siguiente:
Testimonio 1:
“El poder de La Muralla”: Es sorprendente lo mucho que puede hacer una actividad ardua, es maravilloso la forma en la que Dios puede hablar a tu vida. La Muralla no solo fue el instrumento que Dios utiliza para enseñarme, tocó mi corazón y cerró ciclos en mi vida que pensé ya había superado. Es que una semana antes conoci mis padres biológicos por primera vez y mis padres adoptivos estaban muy tensos. Además, la persona quien había abusado de mi me llamó para pedirme perdón. Todo esto estaba en mente al pararme frente la Muralla preguntándome por qué nací de una violación, por qué no crecí con mis padres biologicos, por qué sufrí de abuso y rechazo, por qué nací. Pensaba yo que no tenia problemas con eso ya, pero al estar en la Muralla, sentí el peso y sabia que Dios no estaba terminado conmigo. Al subir simplemente todo cambió, sentí sano mi corazón, me sentí lleno de paz. Al subir la muralla, sentí una nueva brisa, un nuevo yo aparecía, me sentí retado para seguir viviendo, luchando y cayeron lágrimas de paz y alegría.
Además, en La Muralla es donde me empezó a preparar para los siguientes pasos, cambios, decisiones, que debo tomar. Dios me retó a mi mismo. Aprendí que Dios tiene un plan para la vida de cada uno y es necesario pasar una muralla para que entiendas.”
Testimonio 2:
Me impactó demasiado hacer la muralla, pero con la variación de las manos arriba, aunque las tuvimos levantadas 50 minutos mientras pasábamos 80 personas, hasta alguien de 81 años (Bob Sabean). Había un momento en que yo estaba quejándome por tener mis manos levantadas y volteé a ver las manos de los muchachos que estaban levantando la gente, estaban llenas de tierra y sudor, y pensé, qué vergüenza, no he sufrido nada, déjate de quejas y ve a echarles porras a la gente que más lo necesita.
Testimonio 3:
En el último acertijo, “La Muralla” me tocó ser el último en subir y hubo un momento en que me sentí agobiado y con bastante miedo porque todos dependían de mi. Tuve la oportunidad de escuchar un comentario negativo y esto me bajó un poco la moral. Pensé que no lo lograría y que decepcionaría a toda esa gente (éramos 80 en total), pero me detuve un momento a respirar y enfocarme más en los comentarios positivos y en las manos que se extendían desde arriba hacia a mi, y en cómo me iban a sujetar y sobre todo poner todo en las manos de Dios. Fue cuando intenté el último salto y con esto logré el objetivo. Por fin, ¡todos pudimos bajar las manos! (La regla fue que nadie podía bajar las manos en ningún momento o todos tendríamos que volver a comenzar, así como Moisés que tenía que mantener levantadas sus manos para la victoria).
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